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Capocordata. La mia vita di alpinista. Riccardo Cassin.

Comentari llibres de Muntanya.
Jefe de cordada. Mi vida de alpinista. Riccardo Cassin.

 
  
Imatge. Riccardo Cassin (1909 – 2009) quan era jove.

Un home llegenda per molts muntanyencs.
Nascut al pla, però treballant de ferrer a les muntanyes, va escalar per on ningú havia pogut passar abans, va lluitar com a partisà amb la resistència italiana i va ser cap d’expedició d’algunes expedicions italianes a l’Himàlaia dels anys cinquanta del segle passat.
 
Imatge. Els membres de l’expedició italiana al Gasherbrum IV l’any 1958. Us atreviu a reconèixer a en Riccardo Cassin, el cap d’expedició, i a en Walter Bonatti i en Carlo Mauri, els primers ascensionistes?

 
Imatge. El Gasherbrum IV és un cim de 7925 metres. La primera ascensió es va efectuar el 6 d’agost de 1958 per la cordada Walter Bonatti i Carlo Mauri. El cap d’expedició era Riccardo Cassin. El Gasherbrum IV vist des Concòrdia a migdia i al capvespre. És una de les muntanyes més impressionants que he vist de la vora.
 
 
Imatge. Els circ dels Gasherbrum vist des de la distància (Gondogoro La) i el mapa utilitzat a l’Expedició Catalana al Gasherbrum II de 1980. Podeu veure el relat d’aquella expedició a:

 
Característiques d’aquest llibre i com el podeu trobar en format electrònic:
Publicat digitalment per: EPUBLIBRE. ePUB r1.3
I per: akilino 25.10.13
Títol original: Capocordata. La mia vita di alpinista
Autor: Riccardo Cassin, 2001
Traducció italià - castellà: Carmen Fuente & Miguel Fuente
Portada: akilino
Editor digital: akilino ePub base r1.0
Segon editor: JeSsE
Correcció d’errors: Matt

Nota de l’editor:
«Hombre roca» lo llama Fosco Maraini en el prefacio. Un italiano audaz y pragmático, capaz de pasar por donde todos los demás desistían. Y «los demás» eran los mejores alpinistas del sexto grado de la época, como Emilio Comici en las aéreas Dolomitas, o Giusto Gervasutti y Pierre Allain en el duro ambiente del Mont Blanc. Al final el más decidido e imbatible en los extraplomos de la Oeste de Lavaredo y en el espolón helado de la Walker en las Grandes Jorasses, fue Riccardo Cassin, el herrero de Lecco llegado del boxeo, quien transformó la zona de la Grigna en el laboratorio del alpinismo extremo.
Superados los noventa años, el gran alpinista repasa con detalle su carrera de legendario «Jefe de Cordada», desde las escaladas de los años treinta hasta las expediciones de vanguardia en la posguerra, en esta autobiografía definitiva que se funde y completa con episodios inéditos y relatos anteriores.
Ilustrado con valiosas fotografías del archivo de Guido Cassin, y galardonado con el Premio Itas de Literatura de Montaña en el Festival de Cine de Trento en 2002, “Jefe de Cordada” ha sido aclamado como un libro imprescindible de la literatura de montaña mundial.
Este libro es la fusión, oportunamente revisada y reeditada, de dos volúmenes aparecidos previamente: Dove la párete strapiomba (Baldini & Castoldi 1958) y Cinquant’anni di alpinismo (Oglio 1975).
Pero también es algo más.
Es la historia de Cassin contada por Cassin. Si hubiese sido escrita por otro sería, por así decirlo, una cassinada: como aquella, de prosa muy viva, de la que es autor Georges Livanos (Cassin: érase una vez el sexto grado, Oglio 1983). O aquélla —la primera no estrictamente alpina, publicada por Vivalda Editori en 2001— firmada por Danielle Redaelli, que me ha ayudado, frecuentando durante años la casa de Cassin, a reunir los recuerdos de Riccardo. Gracias también a Guido Cassin, por habernos ayudado a encontrar las fotos más bonitas para incluirlas en el volumen.
Este libro, decíamos, viene a ser algo más respecto de los precedentes, también porque hemos querido añadir al material que ya había sido editado algún episodio «memorable», como la historia de la búsqueda de la tumba del padre; o las poco conocidas vicisitudes del partisano Cassin durante la histórica batalla de Lecco; o la extraordinaria repetición —a los setenta y ocho años cumplidos— de su vía a la Nordeste del Badile.
Para finalizar, una consideración. Aún sin sentirse de ningún modo narrador, Cassin ha contado sus aventuras con gran inmediatez e insuperable detalle (sobre todo en lo referente a la descripción de los itinerarios alpinos).
Vosotros juzgaréis si el resultado de sus esfuerzos puede ser considerado, a su manera, como un «clásico» de la literatura de montaña.
Matteo Serafin

Próleg
La creación del hombre roca.
Era una bonita tarde dorada. El sol relucía entre los estratos de nubes a los pies del Paraíso, despertando maravillosos colores con todos sus tonos.
Dios Todopoderoso disfrutaba, como le gustaba hacer de vez en cuando, amasando con sus manos seres humanos. Acabada la obra, daba un ligero soplido al barro ¡y listo!, el milagro se había realizado: un nuevo muchacho partía hacia su vida destinada. La corte de los ángeles, reunidos en gran número, aplaudía, se alegraba, mostraba extraordinario entusiasmo. ¿Quién ha dicho que todo el Paraíso es música de Bach, de Palestrina, de Händel, todo cuadros de Murillo o del Perugino? En el Paraíso también hay alegría, incluso juerga, hay bailes, podría decirse que a veces es una celeste «discoteca».
—¡Señor, moldéanos el hombre roca, modélanos el hombre cuerda! gritaban los ángeles más atrevidos.
El Señor aquel día estaba sereno, alegre, condescendía con gusto a las propuestas de sus ángeles.
—Pero para el hombre roca, para el hombre cuerda se necesita una tierra especial, ¿no lo sabéis?
—Está bien, enviaremos una delegación de ángeles a buscarla…
Así la delegación de ángeles partió hacia las regiones más remotas y más antiguas del planeta, donde se encontraba la tierra originaria, la que había quedado milagrosamente intacta desde los tiempos de la creación, y llevaron un gran cesto al Señor. Éste se puso enseguida a amasarla con mucho esmero.
—Ahora veréis —anunció—; daré vida al verdadero hombre roca, al hombre picacho, al hombre rayo… ¿Os gusta?
—Pero es bajo, es ancho, tiene el cuello macizo… Nosotros nos lo imaginábamos largo, sutil, elegante…
—En fin —respondió el Señor—, dejadme hacer a mí, que yo tengo práctica en estas cosas… Es así como se hace el hombre roca… De lo contrario, ¿cómo podría resistir las tempestades más terribles, los vértigos, el tormento de las noches al raso, las extenuantes horas de cansancio?
El Señor miró complacido su escultura:
—Oh, ángeles, aquí tenéis un verdadero, auténtico hombre roca.
Después le insufló el soplo de la vida.
¡Había nacido Riccardo!
Fosco Maraini.

Premisa del autor
«Riccardo, ¿por qué no reúnes en un único texto todas tus hazañas alpinas, desde las primeras escaladas en los Prealpes hasta las expediciones extraeuropeas?». 
Esta oferta, que se me hacía desde varias partes durante un tiempo y considerada por mí, a decir verdad, sin mucho entusiasmo, no se vió realizada hasta el año 75, después de la expedición al Lhotse. Por primera vez, en aquellos días, mi voluntad de alpinista había sido doblegada por una montaña: volvía a casa con un doloroso sentimiento de rebeldía, pero también con una nueva conciencia de la medida exacta de mis límites.
Fue entonces cuando surgió "Cinquant’anni di alpinismo", libro que describía todas mis escaladas y recogía mis reflexiones. Aún antes, en el año 58, había salido "Dove la parete strapiomba", que se fijaba más difusamente en el periodo de mi juventud.
Hoy, muchos años después, sale un nuevo volumen para contar las mismas cosas (y también alguna más).
¿Por qué? Porque yo no he dejado nunca de ir a la montaña. Todavía hoy, de vez en cuando voy en mi querida Lecco, a los Llanos Resinelli o a los Llanos de Erna, quizá sólo para contemplar los colores y respirar el aire más cortante, o para ir de caza; la montaña ha sido siempre para mí una estupenda fuente de sensaciones que enriquecen enormemente el corazón y la mente.
Así, con la esperanza de llegar a transmitir lo mejor posible, con el relato de los hechos y de los episodios de mi larga «jornada» alpina, aunque sólo sea alguna migaja de esta pasión, he aceptado la nueva oferta de retomar mis memorias, para hacer un libro definitivo y más preciso.
¡Buena lectura!
Riccardo Cassin

Us poso alguns fragments del llibre, per estimular l’interés. Com veieu no parla només d’escalades i ascensions... I no calla res per dur que sigui.

“Mi infància. La casa de mi abuelo materno, donde nos trasladamos después de la desaparición de mi padre, era grande, con muchos tíos y muchos brazos para trabajar. Y aquéllos no eran años de abundancia, pero entre todos se lograba salir adelante. Los verdaderos problemas empezaron el día en el que, desde casa, vimos marchar a los soldados del pueblo río abajo. Al prolongarse la guerra llegó la verdadera hambre. Recuerdo que después de las batallas en Tagliamento iba a buscar algo de comer en las alforjas de los soldados muertos y les quitaba las botas para cambiarlas por comida. Tenía siete años, y no me preocupaba por mirar el color del uniforme: sólo sabía que ahí había un muerto, que ya no necesitaba botas o víveres, y que en casa había hambre, a pesar de los milagros de mamá Emilia.
Supimos de la derrota sólo al ver llegar otros soldados, casi todos chicos polacos y húngaros unos diez años mayores que yo e igualmente hambrientos: era la invasión austro-húngara. Recuerdo perfectamente que, cuando llamaron a la puerta, compartimos con ellos nuestra escasa comida.”

“Cuando llegamos a Askole, los siete porteadores que nos han acompañado al Baltoro reciben el cabrito que les toca como premio, y lo festejan. Nosotros tenemos todavía dieciocho millas que recorrer, y los nuevos porteadores se obstinan en no querer pasar los puentes, obligándonos a desviaciones largas e intransitables, además de aburridas. El único divertimento son las numerosas bandadas de codornices que escapan sólo cuando nos acercamos a pocos metros de ellas… ¡Qué pena que mi escopeta esté en Lecco!
En Dasso, después de una etapa breve aunque cansada, nos saciamos de fruta pues estamos hartos
de comida enlatada. Deberemos atravesar el Braldo con la balsa, pero ya se ha ido: por eso estamos obligados a descender por la ribera derecha del río esperando encontrarla antes o después. La marcha es extenuante, pero después de diversas horas encontramos la balsa.
Ya estamos en la zona de Shigar, la más fértil y cultivada del Baltistán, y los montes áridos y desnudos que delimitan el valle están ahora cubiertos de nieve nueva. Del valle Skoro Lumba nace el camino que llega directamente a Askole, superando los 5000 metros del paso. Durante el regresso podíamos atravesarlo ahorrando un día, pero hemos renunciado por la alta nieve recién caída. Ahora en dos etapas estaremos en Skardu.
Después de treinta y dos días de marcha casi ininterrumpida llegamos a casa del Agente Político, donde estamos invitados a desayunar con otros huéspedes. Los preparativos para la marcha se efectúan rápidamente: llevamos con nosotros también dos cajas de minerales recogidos por el profesor Desio y una con instrumentos fotográficos y de medida.
Esperamos durante tres días el avión que nos debe llevar a Rawalpindi, llega por fin el momento del despegue. El vuelo es muy emocionante; el avión parece una barca en medio de un mar agitado: a veces pierde altura por los remolinos del aire, otras veces se encabrita para volver a subir, roza paredes, se enfila entre los picos y desciende hacia el valle en una danza continua. 
Vuelvo a ver con placer al coronel Ata Ullah y pocas horas después salimos hacia Karachi.
Obviamente, como ocurrió en la ida, el profesor Desio viaja en avión… y yo en tren.”

“La desleal y amarga exclusión de la expedición al K2.
El 16 de octubre volvemos a Italia y se da curso enseguida a la verdadera fase de los preparativos. Con el profesor Desio y otros dirigentes del CAI soy nombrado miembro de la organización.
Me someto, como todos los demás componentes designados para la expedición del K2, a las visitas médicas y a los controles necesarios en los institutos especializados de Milán. Estas pruebas, me dicen, no satisfacen en mi caso y en el de algunos otros, entre los cuales están Ottoz y Rey de Courmayeur y Pala de Macugnaga. Después soy invitado a un segundo control más cuidado en el Centro Médico de la Aeronáutica en Roma, donde me someto a minuciosos exámenes.
Al final de éstos, el médico me garantiza que todos los exámenes han dado un óptimo resultado y que con toda tranquilidad podré participar en la expedición. Después de esta comunicación se envía todo por correo a la sede del CAI. Satisfecho y tranquilo, me voy a Milán a informar al professor Desio, convencido de darle una buena noticia… Pero por su actitud comprendo, sin embargo, que la cosa no le satisface.
En el periodo que transcurre entre los exámenes efectuados en Milán y los de Roma, Desio me convence para dimitir del Comité organizador: me dice que, dado que vivo y trabajo en Lecco, no me quiere obligar a perder en vano tiempo muy valioso. Yo, de buena fe, acepto: no veo por qué se deba resentir el balance de la expedición con gastos no estrictamente necesarios. ¡Y pensar que el amigo abogado Chabod, con mucha más experiencia que yo en casos similares, me había aconsejado que no dimitiese!
El Comité declarará, con decisión no objetiva y obviamente parcial, que el resultado de los exámenes de Roma confirma el de Milán. Pero ya es demasiado tarde: excluido del órgano ejecutivo, ya no puedo intervenir. Mi candidatura es anulada, con la consecuencia de que, a poco más de un mes de la salida, se me comunica la exclusión por motivos de salud.
Al dolor de no poder participar en la expedición, se une la amargura por el comportamiento desleal, por haberme confiado tan mal: había pasado dos meses al servicio del profesor Desio y del CAI; prodigándome en cualquier modo para hacer posible y útil el reconocimiento y estudiar la vía de salida, abandonando en Lecco mi actividad en mi negocio, todavía en sus inicios No merecía ser tratado así.
Me surge la duda, confirmada por los hechos, de que se haya actuado de tal forma por temor de que mi reputación oscurezca la de Desio. Recuerdo que, volviendo de Pakistán, periodistas y apasionados de la montaña se dirigían preferentemente a mí, queriendo entrevistar al alpinista antes que al hombre de ciencia. Entonces Desio me instó a no conceder entrevistas, porque esto habría provocado mi exclusión de la expedición: si querían noticias —me dijo— deberían dirigirse a él.
Excusa gravísima, la de la «no idoneidad física», que me provoca un verdadero y auténtico bloqueo psicológico: en más ocasiones me someto a visitas especializadas, controles y análisis. A pesar de todas las seguridades de los médicos, cada vez que decido emprender algún ascenso Estoy agobiado por la insistente duda de la salud. Para agravar este estado de cosas, en mayo del año 54, durante una excursión de esquí, me rompo un tobillo y permanezco escayolado durante tres meses. Afortunadamente, antes de que termine el verano, me he recuperado y puedo retomar mis escaladas. 
Para mayor prueba de que la supuesta «no idoneidad» no existe, repito entonces casi todas las vías más duras de los Prealpes.
Tal comportamiento desleal por parte del profesor Desio sigue siendo todavía incomprensible para mí: nadie le habría quitado sus méritos de estudioso y de organizador. Y, si no tenía intención de declarar el verdadero motivo de mi exclusión, no habría debido basarla en una falsa «no idoneidad» física”.

Ja veieu que no calla ni amaga res. 
Que el disfruteu!



edit

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